fuente:Guadalupe Loaeza
7 Feb. 08
Hace muchos años conocí a una joven, estudiante de comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana, que se moría de ganas de hacer periodismo. "Yo te ayudo", le dije al verla tan entusiasta. Un tiempo después de ese encuentro Laura Castellanos publicó su primer texto en la sección Doblejornada. Lo recuerdo muy bien, se trataba de un cuento muy conmovedor acerca de las mujeres mazahuas que emigran a la ciudad. A fines del mes pasado, un miércoles Laura se presentó en mi casa con su primer libro: "Lupita, tú fuiste la primera que creíste en mí hace... ¡veinte años!", me dijo con una gran sonrisa al entregarme México armado (Ediciones Era). Esa misma noche empecé a leerlo sin poder dejarlo durante varios días subrayando (con amarillo) cada dos o tres párrafos por la información tan rigurosa que contiene el libro. Curiosamente, cuando lo terminé coincidió con el día de la declaración que hizo el secretario de Gobernación a propósito de su decisión de no dialogar con el EPR. Como me encontraba tan sensibilizada respecto a este tema, decidí escribirle una carta por su declaración tan alejada de la realidad para hacerle una muy importante recomendación.
C. Juan Camilo Mouriño Terrazo.
Secretario de Gobernación.
Le escribo esta carta a 22 días de que haya asumido como flamante secretario de Gobernación. Lo hago para expresarle mi preocupación por haber declarado que no dialogará con el Ejército Popular Revolucionario (EPR). ¿Qué no se supone que su nueva responsabilidad es precisamente el atender y resolver los conflictos internos del país? En vez de abrir una puerta a la guerrilla usted pidió "la condena unánime" en su contra. Es decir, apoyo de la opinión pública para ejercer la mano dura contra el EPR y la decena de grupos subversivos que actúan en México.
Señor secretario, con todo respeto debo decirle que si usted conociera la historia de este país comprendería que su posición no sólo es errónea sino peligrosa. ¿Qué no sabe que la violencia institucional genera más violencia popular? Por eso es importante que usted lea el libro México armado 1943-1981 (Ediciones Era) de Laura Castellanos, pues así comprendería cómo la posición que ha tomado ha tenido en el pasado un alto costo social.
Fíjese qué ironía, usted tiene 36 años, nació en Madrid en 1971, y ése es el año que precisamente una generación de jóvenes puso a este país de cabeza. ¿Sabía usted que en los setenta una veintena de guerrillas brotaron en México? Sí, leyó usted bien, una veintena. La respuesta del entonces presidente Luis Echeverría fue la de la represión con un saldo de más de mil 200 casos de desaparición forzada. ¿Y se acabó a la guerrilla? Pues no. Los grupos fueron aplastados, es verdad. Pero ha de saber usted que de los sobrevivientes de esa generación viene precisamente la raíz tanto del EPR como la del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Al leer México armado usted sabrá cómo desde la postrevolución ha habido un sector que se radicaliza luego de ver que las vías legales están cerradas y cómo la respuesta represiva del gobierno termina arrojándolo a las armas. Eso pasó con Rubén Jaramillo, que fue un campesino revolucionario zapatista que se alzó en Morelos. Fue ejecutado en 1962.
La primera guerrilla mexicana surgió mucho antes de que usted naciera, en 1964. Fue en Chihuahua. Y ha de saber que está ligada directamente al EPR. Se trató de un pequeño grupo de maestros rurales, estudiantes y campesinos que se cansaron de los fraudes electorales del PRI, de exigir reparto agrario y de que los terratenientes usaran la violencia impunemente. Tomaron el cuartel militar de la Ciudad Madera el 23 de septiembre de 1965. Los aplastaron. ¿Y fin del episodio? No. Dicho suceso motivó a otros jóvenes chihuahuenses a integrarse a otras guerrillas. Luego, casi una década después, decidieron homenajearlos al llevar la fecha de su caída en su propio nombre: la Liga Comunista 23 de Septiembre. Y el EPR, en cada comunicado, se reivindica como heredero del grupo de Gámiz. ¿Lo sabía? Es un misterio que prácticamente nadie sabe. Me lo reveló el libro de Laura Castellanos. Verifique usted cualquier comunicado reciente del EPR y verá al final que lo fechan como "Año 44". Con eso el EPR quiere decir que hay una línea de continuidad desde la primera acción guerrillera de 1964 y ellos.
Laura se refiere asimismo a Guerrero. Usted encontrará más casos de cómo el cierre de las vías legales detona la beligerancia. Así lo atestiguaron otros dos maestros rurales, Genaro Vázquez y Lucio Cabañas. Sepa usted que lo mismo que se vive actualmente en Oaxaca se vivió en Guerrero en los sesenta. Y matanzas contra dos plantones terminaron por lanzar a la clandestinidad a ambos maestros: a Genaro Vázquez la de Iguala en 1962 y a Lucio Cabañas la de Atoyac en 1967.
A la entrada de Echeverría otras organizaciones brotaron en Chihuahua, Jalisco, Michoacán, Nuevo León, Oaxaca, Sinaloa, Chiapas y la Ciudad de México. Los movía la rebeldía y politización generacional de la época, su indignación por las matanzas de 1968 y de 1971, las guerrillas en Sudamérica y su impotencia de hacer el cambio por vía electoral. Echeverría reaccionó rechazando la petición de amnistía a quienes estaban acusados de subversión. Persiguió a luchadores sociales, creó una policía antiguerrilla llamada Brigada Blanca, famosa por su crueldad, abrió cárceles clandestinas, arrasó comunidades guerrerenses. Esta juventud respondió con más violencia: asaltos, secuestros, ejecuciones.
Seguramente estará usted enterado, señor secretario, que de esta generación es Unión del Pueblo, una de las semillas del EPR, y el único grupo que en los setenta recurrió a los explosivos como forma de sabotaje. Esa herencia se puso en práctica el año pasado cuando el EPR hizo explotar bombas en los ductos de Pemex para exigir la presentación de dos militantes secuestrados y desaparecidos, Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez, que precisamente pertenecen a la generación de los setenta. ¿Ve cómo el pasado está más presente que nunca, mi estimado Mouriño?
El gobierno federal al que representa además de la negativa del diálogo ha rechazado ofrecer una amnistía a los presos políticos acusados de subversión, al igual que lo hizo Echeverría. Ha de saber usted que fue precisamente la amnistía de 1978 la que posibilitó a esa juventud su incorporación a la lucha legal. Señor secretario, por el bien del país (y del suyo) lea usted México armado, que esta semana circula en una nueva edición. Así aprenderá de los errores del pasado, no ignorará a la guerrilla y verá la importancia de tenderle puentes comunicantes.
Atentamente, GL.
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