Reportaje Guerrilla y Guerra Sucia. La historia de
los dos hombres por los que el EPR atacó instalaciones
de Pemex es disímbola. Gabriel Alberto Cruz Sánchez
lleva 35 años en la clandestinidad; Edmundo Reyes
Amaya no aparece siquiera en los reportes de
inteligencia
Emiliano Ruiz Parra
(4 noviembre 2007).-
¿Quiénes son los presuntos guerrilleros que el EPR
reivindica como causa de estos atentados?
GABRIEL ALBERTO CRUZ SÁNCHEZ
No quedó una fotografía, una boleta de calificaciones
o unos apuntes escolares que testimoniaran el paso de
Gabriel Alberto Cruz Sánchez por la casa familiar de
Santos Degollado 104, en el centro histórico de
Oaxaca.
En la década de los setenta, los elementos de la
Dirección Federal de Seguridad cateaban la casa,
vaciaban los cajones, descolgaban los retratos de las
paredes y se llevaban cualquier papel que pudiera
aportar algún dato sobre el paradero o la personalidad
de los hermanos Tiburcio y Gabriel Alberto Cruz
Sánchez.
Los hermanos Cruz Sánchez eran dos jóvenes que
rondaban los 20 años, discretos integrantes del
movimiento estudiantil del 68 en Oaxaca, que a la
larga se convertirían en dos de los hombres más
buscados por el gobierno mexicano.
Actualmente, la única imagen disponible de Gabriel es
una fotografía tamaño infantil que difundió en junio
el EPR al demandar su presentación, donde aparece con
los 55 años que había cumplido en marzo.
Habían pasado más de tres décadas desde que se
despidió en 1971 de Margarita, su hermana menor, con
un lacónico "voy a salir, cuida a mamá y a papá", para
sumirse en la clandestinidad.
En junio pasado, Margarita tuvo que hacer esfuerzos
para reconocerlo en esa imagen de internet donde
aparece robusto y cincuentón, de frente amplia y con
un bigote que no le había visto nunca.
En México, a algunas familias les han beneficiado los
parentescos políticos. Los presidentes tienen hermanos
incómodos, sus esposas promueven fundaciones y los
hijastros hacen negocios. Para los Cruz Sánchez fue al
revés.
El lazo familiar con dos dirigentes de la Unión del
Pueblo, germen del EPR, les costó la desaparición
forzada y tortura en los setenta, y provocó que hoy en
día se les clasifique en fichas de los servicios de
seguridad nacional como "familia vinculada con la
subversión".
El mayor de los hermanos, Tiburcio Cruz Sánchez,
asumió el nombre de Francisco Cerezo Quiroz y se
convirtió en el dirigente fundador del EPR. También
llamado "comandante Francisco", Tiburcio se casó con
Florencia Canseco Ruiz, con quien tuvo cinco hijos:
Francisco, Emiliana, Héctor, Antonio y Alejandro, a
quienes registraron con los apellidos Cerezo
Contreras.
El séptimo de los nueve hermanos, Gabriel Alberto
Cruz Sánchez, nació el 24 de marzo de 1952 en la
capital oaxaqueña. En la guerrilla tomó el nombre de
Raymundo Rivera Bravo y en los reportes de seguridad
nacional a los que tuvo acceso Enfoque no se registra
si tuvo hijos.
Sus huellas se borran después de que salió de la
cárcel de Ixcotel en 1971, en donde estuvo preso
acusado de secuestro.
"Entraban y cateaban la casa, vaciaban los cajones,
inspeccionaban cada rincón, se llevaban todo. No quedó
ni una foto de él. Nos ponían la pistola en la cabeza,
a mi hermano pequeño le tocó la represión muy dura...
no quiero hablar de eso", pide Margarita.
Florencia Canseco Ruiz, también fundadora del EPR,
recuerda el episodio en una carta escrita a sus hijos
Héctor, Antonio y Alejandro Cerezo Contreras, fechada
el 12 de agosto de 2004: "A su merced (de la Dirección
Federal de Seguridad) quedó la familia de su papá con
quienes se ensañaron, pues tiempo después fueron
detenidos y torturados dos de sus tíos, secuestrada y
violada una sobrina y una amiga, la casa
constantemente cateada y siempre vigilada", les
escribe desde la clandestinidad.
Francisco Cruz Sánchez, el menor de los hermanos, fue
secuestrado durante seis días y torturado a la edad de
13 años. Un hermano mayor, Casto Eugenio Cruz Sánchez,
fue desaparecido en la Ciudad de México, torturado y
retenido en el Campo Militar Número Uno.
"Todos sus hermanos son gente de lucha, hombres de
bien, muy dedicados", los recuerda la periodista
octogenaria Arcelia Yañiz, amiga de la familia, y
ahora coordinadora de bibliotecas del gobierno estatal
de Ulises Ruiz Ortiz.
En la casa Cruz Sánchez la Biblia se leía cada tercer
día. La formación religiosa, sin embargo, no impediría
que Gabriel Alberto y Tiburcio Cruz Sánchez se
convirtieran, según una ficha de los servicios de
inteligencia del Estado mexicano, en expertos en
"fabricación de artefactos explosivos y manejo de
armas", además de promotores de la revolución
socialista, como el EPR se define a sí mismo en su
página de internet.
Las claves de su "conversión" están en el movimiento
de 1968, que impactó en Oaxaca y convirtió a los
estudiantes en el eje de los movimientos sindicales,
populares y gremiales de las siete regiones del
estado.
En la Universidad Benito Juárez de Oaxaca (UBJO) se
crean los comités de lucha y los estudiantes se van a
huelgas y movilizaciones en solidaridad con el
movimiento en la Ciudad de México.
A la presidencia de la Federación de Estudiantes
Oaxaqueños (FEO), que históricamente había estado bajo
control del priismo, llega José Antonio Castillo
Viloria, un integrante de la izquierda revolucionaria
que la vincula con los movimientos sociales y
populares.
La vanguardia estudiantil funda la Coalición Obrero,
Campesina y Estudiantil de Oaxaca (COCEO) y se
organiza en brigadas que forman sindicatos e impulsan
movimientos campesinos y populares.
Son años en donde dirigentes priistas de hoy, como
Heliodoro Díaz Escárraga, invadían tierras en Zimatlán
y Cuilápam para hacer valer resoluciones
presidenciales. En el 2005 Díaz Escárraga sería
presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de
Diputados, y en el 2007 líder del PRI en el estado; a
finales de los sesenta fue compañero de los Cruz
Sánchez en aquel movimiento estudiantil.
Los estudiantes se plantearon cómo incidir en los
movimientos populares y se extendieron a la Costa, al
Istmo y a la Cuenca del Papaloapan. En esas brigadas
participan Tiburcio y Gabriel Alberto Cruz Sánchez.
Sus ex compañeros los recuerdan como dos jóvenes
reservados, de pocas palabras, que cumplían con sus
tareas políticas y mantenían sus estudios. Tiburcio
estaba ya en la Facultad de Derecho mientras Gabriel
Alberto terminaba la preparatoria en el turno
vespertino.
Lo reclaman vivo
Con desgano porque los sacaba de los juegos, varias
veces a la semana los hermanos Cruz Sánchez recibían
la llamada de su padre, Antonio Cruz Palma:
"muchachos, vengan para acá". Así los convocaba a la
mesa a escuchar sus interpretaciones de la Biblia.
Don Antonio se había convertido en un predicador que
organizaba grupos de estudio bíblicos en el centro de
Oaxaca. A pesar de ser católico, aceptaba invitaciones
a templos protestantes para comentar pasajes del
Evangelio.
En su juventud había sido mesero y cantinero de los
hoteles Marqués del Valle y Montealbán, en donde lo
recuerdan porque bebía poco, le gustaba bailar y era
"platicón". Ahí, fue líder sindical de los
trabajadores hoteleros. Con nueve hijos que mantener,
se jubiló joven para abrir una mueblería en la casa de
Santos Degollado.
En esa casa crecieron los Cruz Sánchez, en una
familia a donde llegó la televisión con las Olimpiadas
de 1968, y los hermanos mayores, aun los que ya se
habían salido de la casa, contribuían al gasto
familiar.
De niño, a Gabriel Alberto le tocaba lavar los
trastes, tarea que apuraba para leer cuentos
infantiles como La pequeña Lulú y salir a jugar
beisbol a la calle.
Su hermana Margarita lo recuerda como un estudiante
disciplinado, con quien jugaba a los títeres y
visitaba los teatros itinerantes que acudían a la
ciudad. Era delgado y le gustaba hacer pesas y boxeo.
A Margarita la impelía a seguir estudiando aunque
también la regañaba si se ponía maquillaje.
Cuando aprendió a manejar, Gabriel Alberto ayudaba a
su padre a llevar los muebles a los domicilios.
Margarita no alcanzó a conocerle novias, ignora si le
ha dado sobrinos ni supo tampoco si estudió alguna
carrera universitaria.
Después de la represión de los setenta, la familia
Cruz Sánchez se empeñó en hacer una vida normal. Casto
Eugenio se hizo actor; con la dirección de Alejandro
Bichir, representó a Pável en La Madre, de Máximo
Gorki. Su actuación le valió que Gloria Ruiz de Bravo
Ahúja, esposa del entonces secretario de Educación, lo
promoviera para estudiar en Bellas Artes. Actualmente
se dedica al teatro y a la abogacía en La Laguna.
Margarita se hizo podóloga y atiende con una hermana
un consultorio en el centro de Oaxaca; dos hermanas
más instalaron peluquerías y Francisco, el hermano
menor, es gerente de una sucursal bancaria.
Margarita tardó dos meses en juntar valor para
reclamar la reaparición de Gabriel Alberto. La animó
la conducta de Nadin Reyes Maldonado, hija de Edmundo
Reyes Amaya, quien había salido un mes atrás a
demandar públicamente la presentación de su padre.
"Si mamá viviera luego luego se hubiera lanzado", se
dijo a sí misma.
Yéssica Sánchez Maya, presidenta de la Liga Mexicana
de Defensa de los Derechos Humanos (Limeddh), refiere
que, después de los ataques del EPR a instalaciones de
Pemex, las familias Cruz Sánchez y Reyes Maldonado han
sufrido acoso en sus centros de trabajo por elementos
que se identifican como agentes de la Procuraduría
General de la República, que acuden a tomarles
fotografías.
La defensora de derechos humanos afirma que la
presunta desaparición forzada es una consecuencia de
que en Oaxaca se rompiera el Estado de Derecho con la
represión al movimiento magisterial y popular de 2006.
Para el caso de Gabriel Alberto Cruz Sánchez y
Edmundo Reyes Amaya, la Limeddh obtuvo un amparo donde
el Poder Judicial ordena a las autoridades estatales y
federales -incluida la Presidencia de la República-
presentarlos con vida.
El siguiente paso de la estrategia jurídica, una vez
que las autoridades respondieron que no los tenían en
su poder, consiste en demandar penalmente al Estado
ante cortes internacionales por la presunta
desaparición forzada.
EDMUNDO REYES AMAYA
Mientras Gabriel Alberto aparece en los documentos de
seguridad nacional como el sucesor de su hermano
Tiburcio en el liderazgo del EPR, no hay ni una
mención de Edmundo Reyes Amaya, el otro desaparecido
que reclama la organización guerrillera.
A su familia no le queda claro qué papel le tocaba
jugar al lado de Gabriel Alberto a un hombre de 57
años, delgado, de un metro y 52 centímetros de
estatura que se ganaba la vida en una tiendita de
abarrotes de Ciudad Nezahualcóyotl. Según su hija,
Nadin Reyes, nunca les había hablado del EPR, de
Gabriel Alberto Cruz Sánchez o de Raymundo Rivera
Bravo.
"Entre tu papá y yo no había secretos, lo agarraron
por equivocación", le dijo su madre Lucina Maldonado
cuando el EPR lo reivindicó como uno de sus miembros y
demandó su presentación con vida.
Hasta antes de su desaparición, Edmundo pasaba las 24
horas del día pegado a su familia. En la mañana abría
la tienda "Lalito" de la colonia Pavón; al mediodía
iba a las abarroteras de la zona por costales de
azúcar, arroz, comida de perro, sopas de pasta, cremas
y quesos. Unos meses atrás había comprado un diablito
con el que se ahorraba los 30 pesos del taxi.
La militancia de Edmundo Reyes Amaya, desconocida por
su familia, se ajustaría en todo caso a las normas de
seguridad del EPR publicadas en su página de internet.
"No hacer alarde de militancia, desempeñar las tareas
sin que gente extraña al grupo en que se milita sepa,
y en el caso de que se den cuenta de alguna actividad,
que no sepan exactamente de qué se trata", sostiene.
Los rasgos de personalidad de Edmundo que empatarían
con los principios de seguridad del EPR son cualidades
que podría tener una persona de cualquier oficio: era
puntual, no bebía, no fumaba, no demostraba ira y no
le gustaba festejarse.
"Desempeñar las labores profesionales o estudiantiles
habituales y tener lista la coartada para el paso a la
clandestinidad", sigue el EPR en las normas a sus
miembros.
Autodidacta, Edmundo Reyes Amaya aprovechaba los
tiempos libres de la tienda para leer. García Márquez
y Saramago eran sus preferidos. En sus aficiones
cinematográficas destacaba el gusto por Gladiador y
Corazón Valiente.
Nadin asegura que en su casa no había libros de
marxismo, y desde hacía unos años su padre se había
interesado por la psicología para ayudar a su esposa,
quien padece de depresiones. Eso sí, recuerda que no
votaba por ningún partido.
Nacido en San Pablo Huixtepec, Oaxaca el 10 de
noviembre de 1949, en su acta de bautismo aparece como
Edmundo, aunque en el registro civil es Andrés. Fue el
mayor de 10 hermanos de una familia en donde sólo
alcanzó para que terminara la primaria.
Su infancia y su juventud transcurrieron entre Oaxaca
y la Ciudad de México, en donde fue albañil, cargador
y obrero. En 1976 se casó con Lucina y con ella vivió
de vender ropa en los pueblos de los Valles Centrales
de Oaxaca. Se mudó con su familia a México cuando su
hijo mayor tenía 15 y la menor 12 años.
En la capital del país, la familia empezó a prosperar
con un puesto de memelas y quesadillas que instalaba
afuera de su casa, pero que prefirió cerrar porque el
trajín alteraba la salud de su mujer, a quien le
habían detectado una enfermedad de los nervios, y la
cambió por la más relajada tienda de abarrotes.
El único lujo de Mundo era el beisbol. De joven había
sido catcher en Los Astros y en Los Delfines en ligas
amateurs de Oaxaca y el Distrito Federal. Coleccionaba
gorras de beisbolista, tenía un bat y una manopla con
la que jugaba con su hijo mayor. Los fines de semana
iba con sus hijos a ver los juegos de Ciudad
Deportiva.
Su familia sólo lo perdía de vista cuando iba a ver a
sus padres a Oaxaca. Así ocurrió el 23 de mayo, que se
despidió de beso de Lucina y Nadin con el compromiso
de volver el 30 de ese mes.
!HASTA ENCONTRARLOS!
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